Esperás que te contesten como vos lo harías. Que te comprendan sin tener que explicarlo todo. Que valoren tu esfuerzo, que te devuelvan el mismo nivel de entrega, que adivinen lo que necesitás. Y cuando eso no pasa… duele. Porque una parte tuya se aferra a la idea de que, si actuás bien, si ponés amor, si das lo mejor de vos, los demás van a responder igual. Pero no siempre es así. En este artículo te explico formas de controlar y moderar las expectativas con las otras personas.
Psicología de la “expectativa rígida”
Desde la psicología cognitivo-conductual, entendemos que mucho del sufrimiento emocional proviene de expectativas rígidas: pensamientos como “debería haberme contestado”, “tendría que haberse dado cuenta” o “no puede ser que no entienda” son ejemplos de lo que llamamos distorsiones cognitivas.
Y aunque son pensamientos muy comunes, también son fuentes constantes de dolor. Porque en el fondo, esconden una ilusión: la de poder controlar cómo actúan los demás.
Imaginate que estás en una cena con una persona que llevas tiempo conociendo. Vos pensas que la otra persona es tu alma gemela, tu futura/o esposa/o. De repente, sacás un anillo y le proponés matrimonio. Esperás que la otra persona esté feliz y acepte. Pero no es así, queda en shock y te dice que no: tus expectativas se hunden y el dolor te invade.
No duele lo que pasó, sino lo que esperabas que pasara
Una decepción, un malentendido, una falta de respuesta puede abrir una herida inesperada. Y ahí aparece la frustración, la tristeza, la bronca.
Pero muchas veces lo que más te lastima no es el hecho en sí, sino el guion mental que tenías escrito sobre cómo “deberían” comportarse los demás. Por ejemplo, es común que pensemos:
“Si me quiere, debería llamarme más seguido”.
“Si le importo, tendría que haberse dado cuenta de cómo me siento”.
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que los demás no cambien?
Porque hay una parte tuya que cree que, si el otro cambia, vas a dejar de sufrir. Pero el verdadero alivio llega cuando dejás de luchar para cambiar al otro, y empezás a cambiar cómo te relacionás con tu propia necesidad. En este sentido, si ves que la situación se escapa de tus manos, la terapia cognitivo-conductual (TCC) te puede ayudar. Esta trabaja sobre un punto muy importante: identificar pensamientos automáticos, revisar creencias rígidas, practicar la aceptación sin resignación y tomar decisiones más coherentes con tu bienestar.
Reajustando tus expectativas para cuidarte
Acá te dejo 4 consejos prácticos para ayudarte tras haber sufrido una decepción muy grande.
1. Nombrá tus “deberías” y cuestioná su realismo
Cuando algo te frustra, completá esta frase: “Estoy así porque creo que esta persona debería…”. Después, preguntate:
¿Esa expectativa es razonable?
¿Comuniqué esa expectativa claramente?
¿Estoy esperando que el otro actúe como yo lo haría?
Entonces, repetí la frase que completaste pero cambiando “debería” por “me gustaría, pero puedo aceptar que no suceda”: esto te da más libertad emocional.
2. Validá tu emoción, sin convertirla en una orden hacia el otro
Sentirte dolido/a no significa que el otro tenga la obligación de actuar diferente. Tus emociones son válidas. Pero no son instrucciones para que el mundo se acomode a vos.
❣️ Consejo práctico: Escribí lo que te hubiera gustado que pase. Leélo en voz alta. Después, agregá esta frase: “Y aun así, acepto que no fue así… y puedo seguir adelante”.
3. Convertí el enojo en claridad
¿Necesitás expresar algo o tomar distancia? A veces no es que el otro te falló, sino que vos esperabas sin haber dicho. Otras veces, sí lo dijiste… y el otro no respondió. Y eso también dice algo…
❣️ Consejo práctico: Usá la comunicación asertiva: “Me sentí herido/a cuando pasó esto. Me gustaría que…”. Y si ya hablaste y nada cambió, preguntate: ¿qué necesito hacer ahora para proteger mi paz?
4. Aceptá que no todos van a darte lo que necesitás
Y eso no significa que estés pidiendo demasiado. Significa que no todos pueden, quieren o saben hacerlo. Soltar la expectativa no es resignación, es madurez emocional. Es reconocer que el otro es libre de actuar… y vos sos libre de decidir qué lugar le das en tu vida.
Reflexiones finales
No podés moldear a los demás como si fueran de arcilla. Pero podés moldear tu forma de interpretar, de responder, de elegir. Y eso también es poder. En los momentos donde te sentís desbordado/a, repetí:
“No puedo controlar lo que el otro hace, pero sí cómo me cuido después de eso.”
Y recordá esta poderosa frase:
“No sos débil por pedir ayuda a los demás.”
Si sentís que la situación se está saliendo de control y que vos solo/a no podés seguir, buscá apoyo terapéutico. El seguimiento de un profesional puede ayudar a recuperarte cuando ponés el foco de tu vida en las incontrolables reacciones ajenas.
Espero que este artículo te haya sido de utilidad, sobre todo si estás atravesando una decepción muy dolorosa con alguien. ¡Te mando un abrazo grande!
por Ale Alvarez